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Un mercado en tensión: Desafíos y oportunidades para la industria pecuaria en medio del coronavirus

Por Enric Coll

Como en otros sectores, los efectos del COVID-19 están teniendo implicancias inmediatas en muchos actores e interacciones que integran la cadena de suministro de alimentos –productores de alimento, proveedores logísticos, fabricantes de insumos, procesadores, por mencionar a algunos–. Y aunque estas industrias relacionadas con la producción de alimento han sido excluidas de las ordenes gubernamentales de cierre al ser reconocidas como esenciales, las medidas tomadas por los gobiernos para frenar el avance del coronavirus, junto a la ya confirmada recesión económica a nivel mundial, someterán a una mayor tensión al sistema alimentario en las próximas semanas y meses.

Por el momento, el impacto del COVID-19 en los productores de alimento ha sido relativamente bajo y hasta hoy no ha afectado la oferta por el lado de la disponibilidad de alimentos para el consumidor final. Pero se observa un shock de oferta por el lado logístico, es decir, limitaciones al movimiento de mercaderías. Así, el transporte de productos alimenticios en países como los de América Latina han continuado con normalidad, aunque los costos de envío han aumentado levemente para las rutas más importantes. Las restricciones de viaje no se aplican al comercio internacional, pero han supuesto una reducción de personal en los cruces fronterizos y en las agencias de aduanas, lo que provoca algunos retrasos. Por otro lado, las restricciones de transporte y las medidas de cuarentena pueden que dificulten el acceso de los productores pecuarios a los mercados de insumos y productos, limitando las capacidades productivas e interrumpiendo la cadena de suministro de alimentos, especialmente la de alimentos frescos.

La conectividad para promover la producción

En la industria agropecuaria se están tomando medidas preventivas para detener la propagación de esta pandemia y proteger la salud de sus trabajadores, siguiendo las recomendaciones de las autoridades sanitarias que incluyen permitir, por ejemplo, que muchos de sus empleados trabajen desde casa cuando sea posible. En muchas operaciones o granjas se ha intensificado los cuidados de higiene, establecido la distancia física entre trabajadores, se evita los trabajos en grupo o se busca cambios de turno para que solo haya un trabajador por área. Pero por otro lado, la escasez de la mano de obra podría interrumpir la producción y el procesamiento de alimentos, especialmente en las producciones intensivas. Las empresas también han suspendido los viajes de sus empleados y las visitas externas a sus instalaciones. Ante estos desafíos, el buen manejo de herramientas de comunicación digitales entre clientes y proveedores es hoy relevante. Un buen ejemplo del uso de estas tecnologías es el servicio gratuito que ofrece Alltech, compañía global líder en la salud y nutrición animal, en Perú llamado Alltech WhatsFarm, con el que el productor puede comunicarse con técnicos o expertos para que lo asesoren a distancia solo a través del WhatsApp.

Como industria es importante que el consumidor sepa que las compañías de producción animal están haciendo todo lo posible para mantener la cadena de suministro operativa y que su trabajo sigue. Al inicio de la propagación del COVID-19, la demanda aumentó significativamente por el efecto de sobrestockeo de empresas y familias debido al temor de un desabastecimiento. Aunque en América Latina, donde la demanda de alimentos es más elástica frente a los ingresos, el consumo de alimentos podría empezar a contraerse. A esto se suma que se espera un cambio en las modalidades de compra: menor tráfico en restaurantes, mayores entregas de comercio electrónico y aumento del consumo en el hogar.

Mercado de las materias primas ante esta nueva coyuntura

El esperado acuerdo comercial firmado en enero de este año entre los Estados Unidos y China, en el que este último se comprometía a comprar más de USD  40 mil millones en productos agrícolas de los Estados Unidos entre 2020 y 2021, parece destinado a su incumplimiento. Este acuerdo contenía la cláusula “Acto de Dios”, que permitía alterar los compromisos ante un evento imprevisible fuera del control de las partes (como el COVID-19). Aunque el virus ya era un asunto crítico en enero y febrero en China, los precios de los commodities se mantuvieron planos pues el mercado aún creía que el gigante asiático cumpliría su compromiso. Hoy el escenario es otro y nos encontramos ante una reducción dramática de su demanda debido al cierre de restaurantes, escuelas, bares y una menor demanda de gasolina y etanol. Y estas proyecciones económicas negativas afectan el precio de los granos (el precio del maíz a futuro caería en mayo en 15% y el de la soya en 10%).

Por otro lado, el mercado de las vitaminas también ha fluctuado notoriamente. Situaciones de mercado pueden provocar un aumento de precios, potencialmente por largos períodos de tiempo y en este momento no hay una excepción. El precio corriente de la Vitamina E 50 se ha estado incrementando durante el año con un pico muy pronunciado en febrero (este aumento en los Estados Unidos ha sido del 50% entre enero y marzo). Hoy muchos productores buscan alternativas al uso de la vitamina E. El precio de los metales sigue en tendencia negativa desde que empezó el año y los precios al contado en el mercado del sulfato de cobre de los Estados Unidos variaron entre USD 0.87-0.90/lb en la semana 15, y la mayoría de las transacciones se realizaron en el rango de USD 0.87-0.89/lb. Según la agencia británica Feedinfo, hay opiniones encontradas sobre este mercado: algunos expertos ven al mercado de metales ajustado en diferentes lugares, otros ven al mercado débil. Se considera también que el mercado atraviesa una disminución de la demanda y que es difícil para los proveedores aumentar los precios frente al escenario actual.

Panorama de América Latina

Un dolor de cabeza para la industria alimentaria en este momento son las fluctuaciones de divisas. En las últimas semanas, las monedas de los países de América Latina se están desplomando frente al dólar; por lo que las empresas dependientes de las importaciones están perdiendo competitividad. Los países más afectados por la depreciación de sus monedas desde que comenzó la pandemia son Brasil, Chile, México, Argentina, Perú y Colombia. Esto debido a la fuga de capitales (ya que el dólar es el principal refugio de la economía global) y Latinoamérica es una región dependiente del comercio internacional; por lo que el COVID-19 le afecta directamente.

Junto con los movimientos de las divisas y varios otros factores, las tasas de contenedores y la disponibilidad de embarcaciones también pueden tener un impacto en el costo general del comercio de aditivos alimenticios de bajo margen por kg, a menudo importados en grandes cantidades. Así, de acuerdo con Drewry, consultora especializada en la industria marítima-portuaria, la ruta Róterdam-Shanghái lleva un incremento del 79% en lo que llevamos del año y la ruta Shanghái-Los Angeles un 7%.

Un escenario de desafíos y oportunidades

La industria agropecuaria mundial ha enfrentado en los últimos años desafíos como sequías, incendios forestales, enfermedades o la presión creciente de la opinión pública. La incierta coyuntura actual del COVID-19 encuentra a una importante parte de este sector, tomando ya acciones para los retos del futuro. Por lo que hoy, en medio de esta crisis, podemos preguntarnos ¿qué cambios permanentes podría generar el coronavirus en la forma en que obtenemos, producimos y ofrecemos alimentos al mercado? ¿Habrá una nueva necesidad por la automatización y la procedencia de la cadena de suministro? ¿Cuánto podremos reconfigurar la percepción de nuestra industria?

La industria se encuentra ahora en una etapa de tensión, pero la Historia nos ha enseñado que no existe resiliencia como la del productor pecuario, al ser esta la primera actividad económica de la humanidad. Pues es la resiliencia de alguien que tiene una gran responsabilidad: la de alimentar al mundo en momentos también de incertidumbre.

Este artículo fue escrito por Enric Coll, Gerente de Inteligencia de Negocios para América Latina, y publicado en su cuenta de LinkedIn.

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